Los ciclismos urbanos como forma de acción colectiva

Abstract

La escritura de este trabajo es necesariamente atípica. Con las universidades cerradas y una incursión forzada a la educación en línea, los espacios de enseñanza y de producción de conocimiento se han visto transformados a tal grado que la universidad y sus prácticas cotidianas se han visto puestas en una pausa aparente que después de más de un año sigue presentándose como indefinida. Cuando me refiero a lo cotidiano, no lo hago pensando exclusivamente en clases, programas, investigaciones y todo lo relacionado a la vida académica de la universidad, pues en muchos sentidos estos continúan, aun a contracorriente. Sin embargo, otro tipo de actividades, quizá no centrales en la vida de la universidad, pero sí en la de la comunidad universitaria, como el uso de sus espacios como un punto de reunión, comunicación y convivencia, así como situaciones que podrían parecer tan superfluas como el traslado a este lugar, se han visto trastocados. En ambos casos percibo cierta gravedad; sin un punto de encuentro, el diálogo, los acuerdos y las discrepancias se ven cortados, pues siempre será más fácil elegir con quienes podré construir un punto de encuentro, así sea virtual, cuando todos compartimos ideas, dejando de lado a los que no lo hagan. Por otra parte, la gravedad de sustraer a tanta población de la cotidianidad de utilizar los espacios públicos tendrá también ciertos efectos negativos. Pensemos en lo económico y la población universitaria que día a día pagaba su transporte o comía en las calles; pensemos en la inseguridad inherente a los espacios poco transitados y también en la dimensión que ha adquirido una ciudad semivacía para aquellos que ven en esta esta sólo un cúmulo de calles y cruces que, durante casi un año han estado más vacías, lo cual ha desembocado en un incremento de accidentes automovilísticos, pese a las restricciones de movilidad (Ángel, 2020). Tiene sentido, si asumimos que lo planteado por Lefebvre y De Certeau tiene más de un acierto; por lo que la ciudad y sus prácticas serán planteadas en dimensiones lógicas, ordenamientos producto de la hegemonía que serán traducidos en la lógica neoliberal de la productividad. Una ciudad así, vacía, será la delicia del automovilista que gusta de avanzar muy rápido para llegar a su destino, porque en el imaginario, la rapidez va de la mano con la eficiencia. Desde esa perspectiva, el repliegue de la población hacia los espacios íntimos no puede pensarse sino en términos de cierto riesgo. Si en este momento de calles semivacías, los accidentes no han hecho otra cosa sino incrementarse, el paulatino regreso a las actividades augura más incidentes, en los que los usuarios más vulnerables de la calle serán los más afectados.