La construcción del héroe y el Proyecto de nación mexicano. El discurso histórico en los libros de texto gratuitos de historia

Abstract

Generalmente se afirma que la historia sirve para no repetir los errores del pasado. Empero, los seres humanos hemos demostrado que, o no hemos aprendido bien la lección, o la historia no sirve para eso. Nos parece más adecuada la posición de Paul Ricœur (Academia Universal de las Culturas, 2002), quien afirma que la historia sirve para darle un futuro a nuestro pasado. En este sentido, la investigación presentada aquí analiza la enseñanza de la historia, y comienza con una interrogante que se acerca más a una preocupación: ¿qué futuro le estamos dando a nuestro pasado? Una de las tareas de la educación, dice René Rémond (Academia Universal de las Culturas, 2002), es preparar los espíritus para admitir, acoger, comprender y ejercer nuestra capacidad de juzgar. Específicamente en ese orden, en tanto que la historia no es primero juicio, sino comprensión. La historia es por tanto “...un aprendizaje de la alteridad, de la distancia, de las diferencias y semejanzas entre los que nos han precedido y nosotros mismos” (Rousso, en Academia Universal de las Culturas, 2002:88). Sin embargo, de acuerdo con Charles A. Hale (1997), la producción historiográfica mexicana del siglo XX ha estado dominada por dos mitos políticos unificantes, los cuales son el del liberalismo y el de la revolución continua, los cuales fueron constituyéndose en “bloques constructores” del nacionalismo mexicano a partir de los elementos de la lucha épica, es decir, a partir de una historia de héroes. De ahí que nuestro interés gire alrededor de la figura heroica, la cual encarna los valores que se consideran los ideales a alcanzar en una sociedad. Entre los aspectos positivos que Hale (1997) le otorga a estos mitos politicos mexicanos, están el de solidificar la idea de que en términos sociales México es una nación mestiza –pues antes se concebía en términos criollos, pero lo cual elimina el aprendizaje de la alteridad–; y la identificación política del nacionalismo con la tradición liberal –que permite mayores libertades y pretende un régimen democrático, pero que al convertirse en la revolución continua elimina el aprendizaje de las diferencias y semejanzas entre los que nos han precedido y nosotros mismos. Hale también considera que estos mitos a su vez han sido obstáculos a la comprensión histórica, pues el grueso de los historiadores mexicanos posrevolucionarios se han apartado del propósito público que para Daniel Cosío Villegas (citado por Hale, 1997), debía cumplir la historia: cuestionar la dirección de la perpetua revolución oficial, no justificarla. En lo que llamó “la crisis de México”, Cosío Villegas sostuvo que el término “revolución” había perdido su sentido y que el país estaba entrando en un “neoporfiriato” principalmente preocupante, dado el creciente autoritarismo de los gobiernos posteriores a 1940 (Hale, 1997), situación que es tanto más preocupante en el año 2008, cuando diversos sectores de la derecha mexicana han logrado mayor participación en el ámbito político.