Elaboración de un manual para producir brócoli (Brassica oleracea VAR. IMPERIAL).

Abstract

México como Latinoamérica son países agrícolas y esta actividad se constituye como una importante base de su economía en la que los campesinos son los responsables del proceso de producción de alimentos en el campo (Siap, 2016). Uno de los medios más importantes para activar el desarrollo nacional en las economías con grandes sectores agrícolas es la aplicación y desarrollo de nuevas técnicas agrícolas que puedan adoptar los pequeños agricultores. Con la adopción de esas tecnologías se puede lograr mayores ingresos, pueden reducirse los precios reales de los productos agrícolas al consumidor y conseguirse un mayor rendimiento (Sagarpa, 2011) En este contexto, el brócoli puede ser una opción de cultivo para ser producido por el pequeño agricultor, y ser una fuente de ingresos, ya que el brócoli es una hortaliza que se puede cultivar durante todo el año y con una demanda a nivel nacional e internacional. Este cultivo es más redituable en comparación con la siembra del maíz. Los principales estados productores de brócoli son: Guanajuato, Puebla, Michoacán, Jalisco, Sonora y Aguascalientes. Sus principales destinos de exportación son Estados Unidos de América, Japón, Republica de Costa Rica y Canadá (Siap, 2016) El brócoli es originario del Mediterráneo y Asia Menor, su nombre proviene del italiano “broco” que significa brote, dando alusión a la parte comestible de la planta; pertenece a la familia de las crucíferas, siendo de la especie Brassica oleracea L. (Epigmenio, 2013). El cultivo del brócoli se siembra en zonas con climas templados y en suelos ricos en materia orgánica. Desde el punto de vista nutricional, aporta grandes cantidades de minerales, proteínas y vitaminas (Maldonado, 2017). Una de prácticas agrícolas dañinas al medio en la producción de hortalizas, es el uso indiscriminado de los plaguicidas, que están asociados con altos costos de producción y daños colaterales como el afectar la salud tanto del productor como del consumidor final. Este manejo incorrecto resulta en gran parte porque el productor no cuenta con el conocimiento técnico para el manejo adecuado de los plaguicidas que a la larga generan organismos resistentes y contaminación (Profesiona, 2016). Uno de las prácticas utilizadas en la agricultura es el manejo integral de plagas (MIP), que consiste en proporcionar una protección al cultivo mediante varias alternativas para su control; entre estás técnicas están las culturales, físicas, biológicas y químicas. Una opción incluida en el MIP es la utilización de biopreparados (Webb, 2019). A lo largo de la historia, los biopreparados se han desarrollado a partir de la observación empírica de los procesos y efectos de control que realizan dichos productos. Por este motivo, la mayor parte de los biopreparados no tienen un autor definido y, en muchos casos, ni siquiera se conoce con precisión la ciudad o el país de origen. En los últimos años, estos procesos de observación que han realizado principalmente los agricultores, han comenzado a interesar a los investigadores, empresas e instituciones gubernamentales que han planteado su uso extensivo y comercial para la agricultura de pequeña y gran escala. Pese a la facilidad en su preparación y su baja toxicidad, es importante mencionar que el manejo de los biopreparados requiere de cuidados para evitar la ingestión y el contacto con la piel de altas concentraciones de estos productos (FAO, 2010). Lo antes expuesto es información que no siempre llega a los productores y por ello, la generación de material de difusión es una necesidad productores y por ello, la generación de material de difusión es una necesidad para capacitar al pequeño productor en su manejo agrícola de campo.